La primavera, la primera, el inicio o nacimiento, el despertar de la tierra. Nuestro cuerpo vivo y sensible también siente el llamado de la luz, el irremediable deshielo para la renovación de la vida.

  • Esta propuesta invita a acompañar la transición de forma sencilla a través de nuestro cuerpo, con la metáfora «La semilla que florece».
    Túmbate en el suelo en posición semilla o postura fetal. Todas las articulaciones están en amable flexión. Ponte cómod@ en esta postura de forma que te permita sentir el descanso, el recogimiento, la retirada, el sostén incondicional de la tierra por debajo.
  • Respira y siente que tu cuerpo entrega su peso un poco más en cada exhalación. Permite que tu cuerpo tenga la experiencia de sentirse sostenido por el amor de la madre tierra que acoge todo tu ser, todas tus partes. Si sientes algún lugar apretado, acompáñalo con ayuda del aire, dejando que dialoguen la exhalación y la gravedad. Puedes así ir soltando cualquier tensión, acompañándola y entregándola a la tierra, ella sabe qué hacer. Siente toda la potencia de la semilla, todas las posibilidades, convergiendo en el centro de tu cuerpo, en el hara.
  • Date el tiempo que tu organismo necesite para salir de esta hibernación, y poco a poco déjate tocar por la luz que llega, dale la bienvenida y siente cómo pulsa la necesidad de espacio y de movimiento. Dale tiempo al tiempo, el bioritmo de tu organismo es único, acompaña este primer movimiento desde tu verdad, con conciencia de cada movimiento. Haciendo lo que sientas y sintiendo lo que haces.
  • Tu cuerpo va despertando poco a poco, buscando el movimiento en sentido contrario a la flexión. Así, desde lo más pequeño: los deditos, las muñecas que van extendiéndose; hasta lo más grande: brazos y piernas que también van abriéndose y separándose del centro del cuerpo.
  • La columna vertebral se despereza y busca la extensión, desde el placer, todo va tomando su espacio. El tono muscular también siente el llamado y se ajusta a cada movimiento.
  • Todo tu alrededor, toda la naturaleza viva está contigo, formando parte, te puedes reconocer en ella y reconocerla a ella en ti. Los colores, los aromas, la brisa. Siente el aire que toca tu piel y va despertándose también en busca de sensaciones. Recibiendo la luz y el calor, confía en la sabiduría de tu cuerpo que te muestra el camino, de ascenso, de crecimiento, de florecimiento.
  • Es interesante que puedas detenerte y hacer alguna parada en cualquier momento del camino, tomando conciencia de tus apoyos, de tu respiración, dándole valor a la pausa y el descanso. Deja que tu cuerpo se vaya organizando, jugando con las palancas y los apoyos para ir hacia arriba, sin prisa.
  • Puedes también volver una estación para abajo, cada vez que lo necesites. Vuelve a sentir la seguridad de la tierra y comprobar que está, siempre está. El amparo viene por abajo, de la tierra, y también por arriba, del cielo. Siéntete formando parte de este diseño sagrado entre el cielo y la tierra. Y entre estas dos coordenadas siente todo el espacio disponible para ir desplegando el movimiento con toda la libertad.
  • Eres un@ con la Vida. No hay un lugar a donde llegar, hasta donde llegues está bien. Puede ser algo pequeño pero desde un contacto muy profundo, que acompañe este florecer, este movimiento de adentro a afuera. Puedes tener la imagen de una flor, de un árbol o una planta, que te acompañe y te inspire hacia la vertical en este pequeño viaje.

Inspirado en los campos motores o posturas del alma de David Boadella. El campo de flexión y el campo de extensión son dos de los ocho campos motores que están involucrados en cada una de las etapas de desarrollo, empezando desde el embrión. Sabemos que nuestro cuerpo puede adoptar formas que afectan directamente al estado interior, a la experiencia interna de mí mism@. Supone un recurso para acompañarnos y recuperar el fluir del movimiento natural en las diferentes capas-planos del Ser Humano.

Miren Portillo Ciriza