Basta contemplar a un bebé para darnos cuenta de cómo es la naturaleza original de nuestro ser en el cuerpo.

Cuando aparece la risa, todo su cuerpecito parece celebrar la alegre excitación; cuando llora, podemos percibir cómo esa onda de emoción lo recorre entero, de pies a la cabeza, así es la naturaleza de nuestras emociones cuando aún no existen divisiones en el cuerpo.

Sentir y expresar forman parte de nuestra naturaleza: somos seres sensibles y a la vez capaces de expresarnos.

La emoción es lo que da color a la vida, es una poderosa motivación, y también es la fuente de nuestras mayores dificultades.

Pero éstas ¿están causadas por nuestras emociones o tal vez por la forma en que nos relacionamos con ellas?¿Qué sucede cuando pensamos que “no deberíamos sentir eso que sentimos?.

Guillermo Borja decía que las emociones son una energía específica, con una cantidad y una frecuencia de vibración específica.

Tod@s conocemos la sensación de tener un “nudo en la garganta”, “mariposas en el estómago” o de llevar “una pesada carga en los hombros”.

En efecto, las emociones que no expresamos ocupan un espacio físico en el cuerpo, además, como su naturaleza –etimológicamente emoción significa ex movere- sería moverse hacia fuera, para contener una emoción es necesario usar nuestra musculatura para contenerla, en lugar de dejarla que se exprese, además de reducir nuestra capacidad respiratoria, así que estamos consumiendo una preciosa energía en esa lucha interior.

Nuestra educación nos ha llevado con frecuencia a considerar que hay emociones “buenas“ y “malas”, y tempranamente aprendimos a reprimir la expresión  de aquéllas que no eran bien recibidas en nuestro entorno.

El otro día en una tienda un niño de unos 4 años lloraba con gran sentimiento y su madre, visiblemente molesta, le increpó “si sigues llorando te vas a quedar aquí sólo”. A esa edad los niños y las niñas creen todo lo que se les dice, y claro, ante esta amenaza, el llanto se intensificó más aún.

En mi experiencia, cuando nos toca afrontar un episodio frustrante, doloroso o que nos atemoriza, tal vez no podamos hacer nada para cambiar esa realidad externa, pero si podemos aceptar eso que sentimos en el cuerpo; ante esa situación, el cambio es enorme.

Si ante la expresión de frustración de una criatura puedo decirle: “ahora no podemos ir a jugar, pero puedes llorar (o estar enfadad@) si lo necesitas”, generalmente la expresión fluye y l@s niñ@s pasan rápidamente a otra cosa.

La emoción es una manifestación de la forma en que el mundo nos afecta, es una ola que refleja la naturaleza de nuestro sentir, es parte de nosotr@s.

Sin embargo nuestros cuerpos han pasado por un largo entrenamiento para ocultar nuestras emociones, incluso para nosotr@s mism@s, pero no nos engañemos, podemos dejar de expresar, pero no de sentir.

Bajo la gruesa capa de nuestras defensas nuestras emociones siguen vivas, a veces son como aguas subterráneas, que en cualquier momento salen a la superficie como un géiser, ó como volcanes dormidos que ante ciertas situaciones entran en erupción o estallan bruscamente.

En mi consulta como terapeuta psicocorporal observo con frecuencia cómo las emociones que se comprimen en el cuerpo crean una presión interna que es el origen de la ansiedad.

Mi compañera y terapeuta Lidia García,dice que el amor a un@ mism@ comienza por hacernos espacio.

La naturaleza de nuestras emociones es energía, las sentimos y se mueven en el cuerpo. También al tensarnos las reprimimos tratando de detener su movimiento en el cuerpo, pero a la vez estamos deteniendo la vida en nosotr@s, reduciendo así nuestro espacio vital.

Si cerramos nuestras puertas y ventanas a la  tristeza o al enfado, también quedan cerradas a la alegría genuina, al placer, al amor…

Necesitamos desaprender esas viejas lecciones que nos hacen sentir dividid@s  interiormente, y recuperar la capacidad expresiva de nuestros cuerpos, ya que realmente no podemos dejar de sentir lo que realmente sentimos, así que todo lo que podemos hacer es crear muros en nuestro cuerpo para impedirnos sentirnos a nosotr@s mism@s.

Cada persona, a poco que  escuche a su cuerpo, puede ir encontrando qué formas de expresión, de moverse, de respirar, le hacen bien.

Un paseo por la naturaleza, un espacio de descanso, una buena conversación con un/a amig@, un abrazo, moverse al ritmo de nuestra música favorita, pintar o cantar son algunas de las formas de atender y equilibrarnos en la vida cotidiana.

Sin embargo a veces necesitamos ir más profundo, cuando la vida nos presenta lo que llamamos una crisis, que en realidad está reflejando la necesidad de cambio, es decir, que hay algo dentro que nos impulsa a crecer y necesita tomar su espacio.

Y el espacio donde suceden las transformaciones de nuestra vida es el cuerpo, y el cuerpo necesita poder entrenar la capacidad de sentir y expresar, y necesita lugares donde poder ir desasiéndose de los viejos cerrojos y patrones aprendidos, para poder probar otras formas de manifestarse; necesita aprender a ser mirado con respeto y sin ser juzgado por nada de lo que siente, ya que todo lo que sentimos forma parte de nuestra naturaleza.

Lo maravilloso de este proceso es que esos espacios que descubrimos en nuestro interior nos permiten respirar más plenamente, vernos como lo que somos, seres en crecimiento, y nos muestra la realidad de que todas las personas con quienes compartimos nuestra vida también están en ese proceso.

Acompañarnos a nosotr@s mism@s a la vez que acompañamos a otras personas hace posible crear un nuevo paradigma desde el respeto y la unidad interior que generan nuevas formas de relación en nuestras vidas, que nos permiten crecer.

Y amamos lo que nos hace crecer.

 

Marisol Román

Directora del Centro de Psicoterapia Crisálida Transformación, Rio Abierto en Bilbao. Directiva Docente de Río Abierto y Cofundadora de Espacio Movimiento – Río Abierto España. Licenciada en Psicología. Desde 1985 estoy investigando y desarrollando mi labor en el campo de la terapia psicocorporal energética integrando la Gestalt (Miembro Titular de la AETG), la Bioenergética (IPETG) el trabajo corporal reichiano (Blanca Rosa Añorve), la Psicoterapia Integrativa y el Eneagrama  (Claudio Naranjo, SAT), con Rio Abierto (Graciela Figueroa, Mª Adela Palcos) y otros enfoques neoreichianos (Boadella).