Hace más de un año y medio que comenzamos a colaborar en el Centro de Atención a las Adicciones de la Cruz Roja de la Casa de Campo de Madrid, que presta una atención personalizada individual y/o grupal en régimen ambulatorio a las personas que presentan problemas de abuso o dependencia del alcohol y de otras drogas.

Inicialmente, la colaboración se realizó en el marco de las prácticas de la formación de Río Abierto, que se establecieron con la XII Promoción de Río Abierto; pero al finalizarlas y comprobar no sólo que estaban siendo muy positivas para el grupo sino que a nosotros nos estaba sirviendo mucho para nuestro propio desarrollo personal, decidimos que se convirtieran en sesiones estables en el tiempo.

A día de hoy (agosto de 2019) podemos decir que ha sido (y está siendo) una experiencia única, renovadora, vital. Y esperamos que no sólo para nosotros, sino sobre todo para ellos…

A partir de un núcleo “duro” de 6-8 personas que están desde el inicio, se han ido añadiendo otros individuos en proceso de desintoxicación de sustancias, y en situación de calle en muchos de los casos. Se trata de un grupo humano muy diverso y al mismo tiempo con características comunes (cuerpos y almas dañados, en algunos casos de forma extrema; baja autoestima; dificultad para el contacto y el movimiento expresivo…).

Si bien muchas de las terapias que tratan con adicciones están orientadas a lo cognitivo-conductual, con apoyo de tratamiento psiquiátrico y medicación ad-hoc, en nuestro caso, el reto ha sido desde el principio nutrir la parte corporal del grupo y sanar a través del juego, el baile, el contacto físico y la relajación, ayudando a conectar con las emociones positivas sin necesidad de sustancias.

El inicio no fue fácil en absoluto (desde nuestro desconocimiento mutuo a la falta de experiencia en llevar grupos; la dificultad del grupo en abrirse y soltar; las resistencias extremas de algunos individuos llegando incluso al boicot de las sesiones; las situaciones personales radicales: muertes, sobredosis, vida a la intemperie, penas de cárcel…). Pero poco a poco hemos ido creando una estructura de sesiones de las que destacaríamos:

 

  • Nos responsabilizamos y damos la importancia que merece a trabajar con un grupo de gente especialmente necesitada: no faltamos a la cita semanal con ellos; les transmitimos que estamos ahí para ellos; y también establecemos límites

 

  • Articulamos una nueva mirada propia y de grupo, con ejercicios en los que cada uno lleva y puede ser protagonista. También con herramientas en las que se divide al grupo y hay “testigos-actores”. Damos alternativas al movimiento físico (muchos no están en situación física de poder bailar): con recursos plásticos fomentamos la creatividad y la cohesión del grupo. Buscamos siempre integrar durante la sesión a las personas especialmente dañadas.

 

  • Fomentamos el contacto con el cuerpo (y con los otros cuerpos). Poder nutrir y sanar a través de las sensaciones corporales: jugando, sintiendo, tocando, bailando. Así conectamos con emociones positivas sin necesidad de sustancias.

 

  • Damos espacio a la relajación profunda, que les sirve para poder integrar la sesión, y también a la palabra (casi siempre, al final)

 

Y desde aquí, desde este trabajo consciente, voluntario y generoso trabajamos en el “Somos Uno” y agarramos nuestra responsabilidad para, desde esta pequeña parcela, cambiar un pedacito de humanidad….

 

MARIA ARTEAGA ROS

SALVADOR RUIZ DE ZUAZU PACHÓN

XIII PROMOCIÓN RIO ABIERTO