Cuando la inspiración, además de estar en el aire, ilumina en lo concreto a quienes conducen un grupo, las cualidades del efecto y su expansión exceden toda expectativa. Eso fue lo que ocurrió en La Casa Toya (Aluenda, Zaragoza) los pasados 2, 3 y 4 de marzo durante el Encuentro de Titulados y Certificados de Río Abierto 2018: la esencia del precioso y estructurado programa iba a la esencia misma de cada unx de forma irreversible, gracias al vehículo de la música y la cadencia orgánica de las dinámicas propuestas. Y en cada unx florecía, en toda su verdad, enriqueciendo a su vez al conjunto, expandiendo la danza y las nuevas posibilidades en un intercambio que parece continuar tomando cuerpo definitivamente.

Desde el descanso -desde la voluntad placer, fieles a la pauta de Graciela Figueroa– el trabajo activó una apertura al amor-sabiduría original que permitió que se diera toda la alquimia sanadora. Con un respeto colectivo impecable hacia todos los procesos y a la vez en medio de una alegría y una vitalidad exultantes, el fin de semana se convirtió en una celebración, por momentos en éxtasis, que parecía venerar la crisis más infantil, ese salto imprescindible a esa edad sagrada, y liberar por el camino la energía que quizá un día colapsó y que hoy puede ser el motor más poderoso.

Con la potencia de sintonizar con el movimiento de los demás -todos y cada uno de los participantes dirigió en el algún momento el círculo- hasta escenificar una transformación necesaria en este momento de la vida después de pasar por la experiencia de expresar a modo de danza compartida la sabiduría del maestro interior -de la maestra interior-, el encuentro tuvo como leit motiv la encarnación y todos los procesos perinatales, así como la primera infancia.

Lo que por escrito puede ser una síntesis más o menos afortunada de una selección bibliográfica, o una explicación más o menos útil, y mejor o peor articulada, la lucidez y la fineza de las exposiciones y la eficacia de las dinámicas con las que los formadores Marisol Román y Armando García articularon los contenidos, convirtió la teoría en vivencia; en verdad irrefutable, en nutriente sanador y definitivamente reconstituyente. Quedó además en cada uno un acceso más franco al ser, a la vitalidad primordial.

No es éste el lugar donde reproducir contenidos de algo que es en todo caso irrepetible, pero sí honrar que además de los procesos personales que pudieron recorrerse en las mejores condiciones de calidez y sostén, el encuentro permitió avanzar en el conocimiento de nuevas técnicas de acompañamiento y ayuda, con pautas muy concretas encaminadas a la templanza y curación más profunda de los dolores emocionales más antiguos con asiento en el tronco encefálico.

Fuera del programa nuclear, las mañanas comenzaron de la mano de Betlem Casanova, con dinámicas más específicamente centradas en la dimensión física y en la respiración, así como a cargo de Norma Dipaola y Luisa Nuez, que ayudaban a reconocer al cuerpo y sus apoyos como primera medida para acoger lo que la jornada iba a ofrecer. Y para el sábado noche una posibilidad para quienes se atrevieron a liberar y ofrecer su creatividad: un par de poemas, un monólogo y un espectáculo musical.

Si de las primeras cosas que al ser le ocurre al encarnarse en la tierra es el pulso, quizá la clave del éxito de este inolvidable encuentro al que acudieron una treintena de personas fue precisamente el acierto del ritmo; la perfecta cadencia de lo que se iba sirviendo, entreverando contenido y vivencia, movimiento pautado y libertad expresiva, conocimiento reglado y aportación creativa…

Y un hecho masivamente confesado en la ronda de cierre: lo que en un primer momento fue una especie de añoranza por la ausencia de Graciela Figueroa, se desveló enseguida como una presencia real y activadora. Allí estuvo en toda su fuerza inspiradora; en presente. Síiiii. Salud!!