Mauro (*), de 11 años, había llegado de su Colombia natal con el curso empezado, en el colegio público de un barrio popular de Málaga. En los recreos se quedaba al margen de los juegos y ofrecía una apariencia esquiva y adusta. Cuando confesó llorando que creía que todo el mundo le odiaba, inmediatamente, otro compañero se brindó para cuando lo necesitara, y luego otro… un abrazo de todos terminó de negar con los hechos la creencia inicial del niño.
El episodio que cambió la realidad para Mauro y, por extensión, para todo su grupo de clase ocurrió durante una de las sesiones de Río Abierto conducidas por el equipo de psicólog@s y educadoras sociales que coordina la formadora Nieves Alfaro y que utilizan el juego, el movimiento corporal y, en general, la expresión creativa libre, como una vía para liberar sus realidades emocionales y acceder saludablemente a recursos más reales y constructivos.
La belleza del ejemplo de Mauro no es tanto por lo súbito del resultado, sino por como revela la importancia de acotar y tocar el problema para poder resolver y, quizá todavía más, la grandeza de encontrar dentro del grupo los recursos para la solución a algo que se ha evidenciado dentro del grupo.
El trabajo de este equipo de gente formada en el sistema Río Abierto, que viene a reeditar, aumentada, la experiencia del curso pasado, no ha hecho este año más que empezar. Aunque el de Mauro no es el único ejemplo reseñable, aún se encuentra en fase de tender puentes hacia la confianza de un colectivo de gente muy maltratada, que ha aprendido a normalizar situaciones de violencia a veces extrema, fuera de sus países de origen y en barrios de la capital malagueña históricamente desfavorecidos.
Financiada como el año pasado por el Ayuntamiento de Málaga, esta segunda edición ha comenzado a principios de 2020, en los cursos cuarto, quinto y sexto de primaria, como el año pasado, y por primera vez, también en primero de secundaria. En concreto, los grupos de primeraria, con niños y niñas de entre ocho y once años, están en los centros Galvez Moll, en el barrio de La Palma Palmilla; Benito Pérez Galdós, en Cuidad Jardín, y San José de Calasanz, en El Perchel Norte. Éste último se ha incorporado también al programa de primero de Secundaria, con niños de 12 y 13 años, al igual que los centros Vicente Espinel, en el barrio de Gaona, y Guadalmedina, de nuevo en La Palma-Palmilla.
Es una hora y media a la semana para cada grupo completo, y en presencia del/de la tutor/a, cada sesión tiene el propósito precisamente de entrar en lo cotidiano para trabajar desde la realidad de lo que hay, algo que también supone un trabajo personal para «la seño», que eventualmente se encuentra con tener que revisar su propia actitud hacia la escucha de las diversas realidades, para humanizar el aula y que pueda cumplir su objetivo real de desplegar potenciales.
Las dinámicas son tantas como pide la situación de cada grupo, que se comporta como un organismo al principio resistente a propuestas tan novedosas y tan encaminadas a detectar el emergente para poder reconducir lo que a todos resulta positivo. A veces el nivel de ansiedad y agresividad con el que llegan hace que parezca imposible reconducir el ambiente, así que lo primero es tender puentes y recalibrar los códigos comunes mediante una escucha acrecentada.
El trabajo que desarrollan la educadora social Carolina…, la psicóloga Isabel Ariza, el coach certificado y terapeuta Gestalt Fernándo Gómez Soria y la propia Nieves Alfaro, tuvo su impulso en una necesidad real de prevenir el absentismo escolar. Según explica Alfaro, los niños y las niñas no se sienten parte del sistema en el que están, ni les resulta un lugar confortable, por cuanto no acoge su realidad. Se trata, por lo tanto, de que cada cual se sienta acogido y escuchado en todo cuanto es -cuanto siente, cuanto vive…- porque es el primer requisito para que la educación cumpla su función de buscar y desarrollar el potencial de cada persona.
Desde invitarles a escribir en un mural todas las palabras (y palabrotas) que quieran, por groseras que resulten en cualquier otro contexto, o moverse dentro de un aro que representa una burbuja que hay que respetar, pasando por la puesta en común de movimientos y pasos de baile para ser imitados, las dinámicas están encaminadas que el niño se vaya sintiendo capaz de irse mostrando en toda su dificultad, sea lo que sea lo que traiga de casa, que a veces es muy extremo y tienen mucho miedo. Se trata, al final, de que la escuela sea un lugar donde el niño se sienta seguro y feliz porque eso le va a ayudar a encontrar su camino.
Según comenta Nieves Alfaro, en función de los contextos familiares en los que se desenvuelven, estos niños no tienen una estructura que sostenga su desbarajuste emocional y es muy importante que sepan que se les puede sostener; que puedan reconocer límites de naturaleza amorosa y también que pueden dejarse caer en esos límites.
Destaca por eso la necesidad de que puedan ir mostrándose en todo lo que son para después poder canalizar su agresividad de forma que no les haga daño a ellos ni al mundo porque, si no, no pueden salir del guetto tóxico en el que se desenvuelven. Una vez identificado y trabajado todo ese barullo emocional y afectivo que les obliga permanentemente a estar sobreviviendo, pueden entonces las condiciones que les permiten ver qué les gusta y adónde quieren ir.
Con las herramientas de Río Abierto, a través del juego y la música pueden ir encontrando toda la riqueza que son, y llegar a una base más sana y más estructurada, exactamente desde lo que haya en ese momento, por ejemplo un gran enfado. Al respecto, Nieves Alfaro ve con mucha facilidad la pureza detrás del enfado y considera importante aceptar de entrada que nos vamos a encontrar con esa agresividad, a la que también hay que honrar porque muchas veces es un motor.
Una vez encontradas nuevas formas al nivel de desquicie que traen a veces, empieza a emerger lo del fondo y pueden compartirlo, explica Alfaro, quien destaca un llamativo ejemplo: algunos niños delataron en voz alta en el círculo con el que arranca y termina cada clase, que su tutora era muy agresiva, algo que le dio a ella la oportunidad de explicar su actitud. Y quedó sobre la mesa para tod@s una fértil tarea a reflexionar en casa y a aportar en la siguiente sesión: qué necesito para sentirme bien y respetad@.
En ese objetivo de que el aula se desvele como un lugar seguro al que dé gusto ir, y a la vista de los emergentes que aparecen, las propuestas de trabajo se prestan a toda la creatividad: detectada la importancia de la escucha más allá de los prejuicios, surge un trabajo con los ojos vendados; o visto lo descontrolado que está el resorte del miedo, se articula una secuencia de dinámicas donde cada cual encuentra su lugar interno de confianza inquebrantable, que está siempre ante cualquier tempestad, y que se suma a la confianza que aparece cuando empiezan a conocer las realidades ajenas que conforman el conjunto del grupo.
Aunque las realidades son muy variadas, Nieves Alfaro destaca como un lugar común el peligro de las formas de ocio ofrecen los recursos tecnológicos con sus «mundos paralelos» y que operan como una verdadera droga en estos contextos de absentismo escolar. Según explica, el antídoto más eficaz es, precisamente, reconocer quién soy y cuáles son mis motivaciones.
Con toda la fuerza que da la claridad en el objetivo y el manejo de una herramienta psicocorporal tan poderosa como es Río Abierto, Nieves Alfaro acepta que está siendo muy complicado, y que el equipo se reúne semanalmente para intercambiar experiencias y literatura, aunque no hay casi nada escrito, dado su carácter pionero. Se reconocen por eso en una fase de construcción de la confianza. Que así sea. Y seguimos.