En un emplazamiento prodigioso donde el Mar del Plata se reúne con el Océano Atlántico, se desarrolló la primera parte de lo que para algunos quizá haya sido la experiencia colectiva más transformadora vivida hasta ahora. Con la participación de 250 instructores llegados de una quincena de países, el 11º Congreso Internacional de Río Abierto dio un pistoletazo de salida en Piriápolis (Uruguay) que parecía arropado por un candombe -tal fue la fuerza, el entusiasmo y los compases comunes de los participantes.
De fondo, el lema del encuentro, Esencia en acción, caminos hacia la humanidad Una, resultó ser la nota clave —por usar una expresión de la anfitriona del encuentro, la uruguaya Graciela Figueroa, directora también de Río Abierto España— que seguirá reverberando en todas las direcciones, sin duda, y con efectos liberadores y reconstituyentes, por mucho tiempo. Se trataba de la fase residencial, reservada a instructores y estudiantes avanzados de un Congreso que continuó luego en Montevideo, con medio centenar de talleres además de espectáculos y actividades abiertos al público.
Las actividades programadas de Sol a Sol en esta primera fase, en el inconmensurable Argentino Hotel, un delicioso balneario de principios del siglo XX, intercaladas con los baños en la playa y en las piscinas de agua a temperaturas más que calientes, las charlas en el precioso jardín y los guitarreos y festejos improvisados después de cenar tejieron un tiempo definitivamente inolvidable.
La sesión de apertura oficial, a cargo de la fundadora de Río Abierto, Maria Adela Palcos, estuvo precedida por la presentación de países y por danzas y movimientos guiados por los integrantes del equipo en Uruguay, empezando por Anainés Belbussi, coordinadora junto a Paula Pérez de la organización del Congreso. «…Digo que está vida es llevadera sólo porque sientes tu lo que yo siento”, decía una de las canciones de arranque en la voz del uruguayo Jorge Drexler, como vaticinando un sentimiento colectivo que prendía y crecía…
Una sala externa del edificio principal y sobre una pista de patinaje en cera -algo desconocido para la mayoría- vestida con una flamante moqueta roja como un guiño a la recogida de un premio deslumbrante en medio de una fiesta mundial nos abría su luz y su música. Para acceder, había que salir al jardín y bordear las piscinas, dos acristaladas y otra exterior. A modo de oráculo, podía leerse «Sigue tus sueños, ellos se saben el camino» en la última de las tres pizarras que daban a la puerta de acceso de la macro-fiesta más sonora de Piriápolis hasta ese momento…
El recibimiento del equipo organizador, al más puro estilo Río Abierto, fue una preciosa acogida en movimiento, más allá de las palabras, con músícas que invitaban al mejor aterrizaje en una pista de encuentro que dejaba atrás los rigores del viaje y, aún mas, los de las circunstancias cotidianas de cada cual, para zambullirnos en un laboratorio de sanación por el camino de la alegría y de compartir. Una puesta en común a modo de expresión creativa por parte de cada país nos permitió a todos conocer desde dónde habíamos llegado: Rusia, Brasil, España, Argentina, Francia, Colombia, Irlanda… Fuimos los de este lado de la geografía a quienes nos tocó salir los primeros: nos mostramos desde donde estábamos y nos quitamos el vértigo de la situación cantando frases de Los mensajes del agua de Macaco.
El arranque propiamente dicho comenzó al día siguiente, de la mano de quien fundó esta escuela, en el Buenos Aires de los años sesenta, María Adela Palcos, un testimonio vivo de la vitalidad, el vigor y la lucidez que deviene de la práctica del movimiento consciente y todas las herramientas que reúne el sistema que cada dos años es motivo de encuentro -el próximo será en Rusia– y que beneficia a multitud de personas en todo el mundo. En la Península Ibérica y los dos archipiélagos, tenemos la suerte de contar con un buen número de centros y formadores.
Acompañar el vigor en los movimientos y la danza de Palcos fue todo un ejercicio físico, tónico y de centramiento, llamativo y sorprendente, sobre todo al conocer la diferencia de edad que la veterana Maria Adela Palcos mantiene con la totalidad de quienes conformaban el multitudinario círculo de participantes durante el Congreso. Su lucidez y su propósito de dar valor a los efectos del trabajo más allá del bienestar inmediato que genera marcó en todo momento su discurso.
Por su parte, la directora en Uruguay y España, Graciela Figueroa, a la sazón anfitriona del Congreso, desplegó orgánica y naturalmente su condición de bailarina y coreógrafa, además de terapeuta, durante sus propuestas, con unos movimientos de una belleza y una facilidad que dieron cuenta fehaciente, para alegría de todos, del maravilloso progreso en la operación y rehabilitación de su cadera, que durante años había limitado su bienestar -que no su arte ni su dedicación en la terapia psicocorproal.
Además de los trabajos de ambas, en dos días cada una, la jornada empezaba antes del desayuno, con danzas y movimientos, siempre sobre la preciosa moqueta roja, que estuvieron de la mano de instructores llegados de Rusia, Italia y Brasil. Abrió fuego en este turno madrugador, que comenzaba a las 7.30 de la mañana la brasileira Marinela Arregui, integrante del comité que dirige Río Abierto Internacional.
Además de las jornadas asignadas a María Adela Palcos y Graciela Figueroa, hubo una tarde maratoniana de trabajo sobre sí en tres grupos, facilitadas por Fernanda Paradela y Hugo Ladisa; Gabriela Segade, y Elvira Mullaieva, mientras que Soledad Román y Guzmán Schroeder impartieron sendos talleres otra tarde sobre «Caminos de la encarnación en el cuerpo. Las etapas evolutivas y construcción de la personalidad» y sobre «Las tres capas embrionarias como fuerzas morfogenéticas de movimiento, emociones y pensamiento» respectivamente. Además, Leonardo Manuel Piatti ofreció un completo taller durante la última tarde de esa parte del Congreso, en el que dio todo su protagonismo a la voz y la expresión.
Pero el colofón, el fin de fiesta antes de la fiesta la víspera de abandonar Piriápolis, la puso el grupo Proyecto Mestizo Sur, invitado a ofrecer un taller interactivo de candombe, donde después de explorar algunos ritmos tradicionales caribeños, pudimos avanzar en una comparsa al uso, para lo que todos aprendimos a marcar un ritmo con los pies, acompasado a otro con las palmas (madera, se llama en Uruguay), que en Cuba se llama clave porque es «la clave del entendimiento» según explicaron los expertos: cuando suena, todos los tambores saben por dónde hay que ir, y también los bailarines, y el público. «Y también el que trabaja en la carnicería», aseguraban. Sin duda, todos estamos más despiertos después de vivir esa experiencia.
La despedida de Piriápolis el 1 de noviembre, cuando Uruguay pasó el testigo a Rusia para el 12º Congreso Internacional de Río Abierto de 2020, tuvo de música de fondo un mantra que llenó de propósito la recogida: estamos aquí y ahora/ estamos para transformar/ y el amor nos guía. Quedaba toda una segunda parte del Congreso en Montevideo, con casi cincuenta talleres y ponencias accesibles a tod@s, regado con actividades y espectáculos extra y un precioso viaje a Cabo Polonio.
Pero se trataba de una despedida en toda regla, que ponía fin a momentos inolvidables de una convivencia muy especial. Atrás quedaban los baños de talasoterapia en las piscinas calientes y en una playa con el agua llegada del reciente invierno austral; juergas nocturnas al raso y charlas en todos los idiomas en el jardín, así como los deliciosos encuentros en las mesas del Salón María Magdalena. el gigantesco comedor del Argentino Hotel -Gracias, Pirias.
Atrás quedaron sólo en un sentido, porque la danza que desplegó está llena de amor, y el amor vive en presente y para siempre.
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